#Ayotzinapa #4×43— Tlachinollan CDHM (@Tlachinollan) 29 de agosto de 2018
El gobierno federal insiste en mantener la #MentiraHistórica y frenar una Comisión de Investigación para la Verdad y la Justicia. Sigue la visita de la @CIDH este 3 de septiembre desde la Normal Rural de Ayotzinapa pic.twitter.com/nLXyuJkpJA
EL NO LUGAR INFINITO. LA REALIDAD Y ALGUNOS FRAGMENTOS QUE LA COMPONEN. SOLO TENEMOS UNA PREGUNTA, QUE INTENTAMOS DEFINIR EN NOSOTROS.. ¿QUE ES LA LIBERTAD?
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300. Segunda Parte: UN CONTINENTE COMO PATIO TRASERO, UN PAÍS COMO CEMENTERIO, UN PENSAMIENTO ÚNICO COMO PROGRAMA DE GOBIERNO, Y UNA PEQUEÑA, MUY PEQUEÑA, PEQUEÑÍSIMA REBELDÍA. Subcomandante Insurgente Moisés, SupGaleano
Agosto 21, 2018
CONTINENTE COMO PATIO TRASERO, UN PAÍS COMO CEMENTERIO, UN PENSAMIENTO ÚNICO COMO PROGRAMA DE GOBIERNO, Y UNA PEQUEÑA, MUY PEQUEÑA, PEQUEÑÍSIMA REBELDÍA.
Del mundo bajamos al continente.
Si miramos hacia arriba…
Vemos los ejemplos de Ecuador, Brasil y Argentina, donde no sólo desplazan a los gobiernos supuestamente progresistas, sino que también los persiguen jurídicamente y, en su lugar, ascienden gobiernos entrenados como buenos capataces, o capataces obedientes al capital (aunque, seamos justos, son bastante torpes aún en su cinismo) para el nuevo reacomodo de la finca mundial, que son como Temer en Brasil, Macri en Argentina y en Ecuador, el que era bueno porque lo puso el ahora perseguido Correa (el de la “revolución ciudadana” –“de izquierda”, así lo vendió la intelectualidad progresista-) y ahora resulta que es de derecha, que es Lenin Moreno -paradójicamente se llama Lenin-.
Bajo la vigilancia del Estado que se ha convertido en el policía de la región -Colombia-, y desde el cual se amenaza, se desestabiliza y se planean provocaciones que justifiquen invasiones de “fuerzas de paz”, en toda Sudamérica se vuelve a los brutales tiempos de la Colonia, ahora con el “nuevo” extractivismo, que no es sino el ancestral saqueo de recursos naturales, tipificados como “materias primas”, y que, en los gobiernos progresistas de la región, se avala y promueve como un “extractivismo de izquierda” -que viene siendo algo así como un capitalismo de izquierda o una izquierda capitalista o a saber qué quiere decir eso-, pero igual destruyen y despojan, sólo que es por una “buena causa” (¿?). Cualquier crítica o movimiento opositor a la destrucción de los territorios de los originarios es catalogada como “promovida por el Imperio”, “de aliento derechista”, y demás equivalentes a “es un complot de la mafia del Poder”.
En suma, en el continente, el “patio trasero” del Capital se extiende hasta el Cabo de Hornos.
Pero si miramos hacia abajo…
Vemos rebeldías y resistencias, en primer término, de los pueblos originarios. Sería injusto nombrarlos a todos, pues siempre se correría el riesgo de omitir algunos. Pero su identidad resalta en su lucha. Ahí donde la máquina encuentra resistencia a su avance depredador, la rebeldía se viste de colores nuevos de tan antiguos y habla lenguas “extrañas”. El despojo, también disfrazado de renta de la tierra, trata de imponer su lógica mercantil a quienes se refieren a la tierra como la madre.
Estas resistencias son acompañadas por grupos, colectivos y organizaciones que, sin ser propiamente de los originarios, comparten con ellos empeño y destino, es decir, corazón. Por ello sufren calumnias, persecuciones, encarcelamientos y, no pocas veces, la muerte.
Para la máquina, los originarios son cosas, incapaces de pensar, sentir y decidir; así que no es ajena a su lógica automatizada el pensar que estos grupos en realidad “dirigen”, “usan” y “mal orientan” a esas “cosas” (los originarios) que se niegan a abrazar la idea de que todo es una mercancía. Todo, incluyendo su historia, lengua, cultura.
Para el sistema, el destino de los originarios está en los museos, las especialidades de antropología, los mercados de artesanías, y la imagen de la mano tendida esperando limosna. Debe ser desesperante, para los teóricos y abogados de la máquina, ese analfabetismo que no entiende las palabras: “consumo”, “ganancia”, “progreso”, “orden”, “modernidad”, “conformismo”, “compra-venta”, “rendición”, “claudicación”. Para alfabetizar a esos remisos de la civilización, son buenos los programas asistenciales que dividen y confrontan, los barrotes de la cárcel, el plomo y la desaparición. Y sí, hay quien se vende y entrega a los suyos al verdugo, pero hay comunidades que se mantienen rebeldes porque saben que nacieron para la vida, y que las promesas de “progreso” esconden la muerte peor: la del olvido.
Seguimos a Centroamérica (donde en Nicaragua se reedita Shakespeare, y la pareja Macbeth, Daniel y Rosario, se preguntan “¿Quién se iba a imaginar que el viejo (Sandino) tuviera tanta sangre en el cuerpo?” mientras intentan, en vano, limpiarse las manos en una bandera rojinegra), que se empieza a transformar, de un territorio olvidado (después de un saqueo despiadado), en un problema para el gran capital porque es un gran proveedor, y trampolín, de migrantes; y eso le va a asignar a México, y en concreto al sureste mexicano, el papel de muro.
Y decidimos incluir a México en Centroamérica porque su historia lo llama a la América Latina y, aún en los mapamundis, Centroamérica es el brazo que se extienden quienes son hermanados por el dolor y la rabia.
Pero a los gobiernos distintos que ha padecido y padecerá este país, y a su clase política, la vocación extranjera les lleva a admirar, imitar, servir y procurar “la anexión de los pueblos de nuestra América al Norte revuelto y brutal que los desprecia” (José Martí, “Carta a Manuel Mercado”, 18 de mayo de 1895).
Cuando Donald Trump dice que quiere construir el muro, todos están pensando en el Río Bravo, pero el capital está pensando en el Suchiate, el Usumancita y el Hondo. En realidad el muro estará en México para detener a los que vienen de Centroamérica y esto tal vez pueda ayudar a entender por qué Donald Trump, el 1 de julio, saludó al Juanito Trump, que había ganado las elecciones en México.
El sentido de un muro lo da su contraposición a “algo”. Todos los muros se erigen contra ese “algo”; llámense zombis, extraterrestres, delincuentes, indocumentados, migrantes, “sans papiers”, ilegales, clandestinos, ajenos. Los muros no son sino el símil de la puerta y las ventanas cerradas de una casa, que así se protege del extranjero, del extraño, del Alien que, en su diferencia lleva la promesa del apocalipsis final. Una de las raíces de la palabra “etnia” la remite a “la gente extranjera”.
En los planes del capital, el muro contra América Latina tendrá la forma del imposible cuerno de la abundancia y se llamará “México”.
En la región sureste, como ya dijimos, se construye la primera etapa del muro de Trump. La oficina “nacional” de Migración se seguirá comportando como subordinada de la Border Patrol; y Guatemala y Belice son la última estación antes de ingresar a la aduana de Norteamérica. Esto convierte al sureste mexicano en una de las prioridades de conquista y administración.
Por eso, en los nuevos planes “geopolíticos”, se ofrece crear un “colchón”, un “amortiguador”, un filtro que reduzca drásticamente la migración. Se ofrece, así, un placebo para aliviar la pesadilla del capital: una horda de zombis (es decir, de migrantes) al pie de sus muros, amenazando sus formas de vida y “rayando”, en la indiferente superficie de hierro y concreto, el grafiti que señala:
“Tu bienestar está construido sobre mi desgracia”.
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En este país, llamado también “República Mexicana”, las pasadas elecciones federales consiguieron ocultar la realidad… por un instante: la crisis económica, la descomposición social (con su larga cauda de feminicidios), y la consolidación (a pesar de los supuestos “golpes mortales” al narco) de los Estados paralelos (o imbricados con el Nacional) del llamado “crimen organizado”. Aunque por poco tiempo, los asesinatos, secuestros y desapariciones de mujeres de todas las edades, pasaron a segundo plano. Lo mismo con la carestía y el desempleo. Pero, apagándose ya el entusiasmo por el resultado electoral, la realidad vuelve a decir “aquí estoy, falta mi voto… y mi guadaña”.
Sobre el horror que ha convertido a México en un cementerio y en el limbo, el no-lugar, de las desapariciones, no diremos mucho. Bastaría atender a los medios para darse una vaga idea. Pero una descripción, análisis y valoración más profunda, se puede encontrar en las participaciones de Jacobo Dayán, Mónica Meltis, Irene Tello Arista, Daniela Rea, Marcela Turati, Ximena Antillón, Mariana Mora, Edith Escareño, Mauricio González González y John Gibler, en el semillero de abril de este año, “Miradas, Escuchas, Palabras; ¿Prohibido Pensar?”, en el CIDECI de San Cristóbal de las Casas, Chiapas; y en sus escritos, crónicas, reportajes y columnas. Y aun así, leer o escuchar sobre el horror cotidiano, es muy lejano a vivirlo como cotidianeidad.
Al gran capital no le importan las desapariciones, los secuestros y los feminicidios. Lo que le preocupa es SUseguridad y la de SUS programas. La corrupción que le incomoda es la que recorta su ganancia. Por esto es que se le propone “Yo voy a hacer un buen capataz, voy a tener a la peonada tranquila y contenta, vas a volver a tener la seguridad que los gobiernos pasados te escatimaron, vas a poder sacar lo que quieres sacar, y no te voy a robar nada”.
Al sistema le sigue estorbando una cosa que es el Estado Nacional y le va a asignar cada vez más la única función para la que nace cualquier Estado, es decir, asegurar por medio de la fuerza, la relación entre dominadores y dominados.
Los planes de desarrollo de los nuevos gobiernos en cualquier parte del mundo no son sino declaraciones de guerra particulares en los territorios donde esos planes de desarrollo se van a operar.
Si se hablara sin palabrería hueca, se diría que se propone construir páramos y desiertos, y, al mismo tiempo, se construye ya la coartada para eludir la responsabilidad de esa destrucción: “te aniquilamos, pero fue por el bien de todos”.
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Me equivoqué. Nosotros habíamos previsto que iba a haber un fraude electoral (y lo hubo, pero en otro sentido). Habíamos previsto que López Obrador iba a ganar, pero que el sistema le iba a escatimar el triunfo con trampas. Y estábamos pensando en cuáles eran las opciones del sistema después de ese fraude. Según nuestro análisis, no les preocupaba un escándalo porque ya habían soportado el de la Casa Blanca, Ayotzinapa, la Estafa Maestra, las corrupciones en los gobiernos de los estados, y entonces en caso de que se hiciera un escándalo por un fraude, a Peña Nieto ni le iba ni le venía. Pensamos que el dilema del sistema era elegir entre Meade y Anaya, elegir cuál era más de derecha, más eficaz para sus planes, quién de ellos sería un mejor capataz.
Las posibilidades de una resistencia sostenida y radical del entonces candidato que iba a ser defraudado eran mínimas, entonces no iba a pasar nada de peligro para el sistema, pero sí iba a haber protestas. Es la disculpa que les presento, porque pensando en eso es que retrasamos la convocatoria a las redes, porque creímos que iba a haber protestas, bloqueos y todo eso, y si los invitábamos a lo mejor se quedaban atorados en cualquier parte; por eso les llegó tarde la convocatoria, disculpen.
Nosotras, nosotros, nosotroas, zapatistas, siempre nos preparamos para lo peor. Si ocurre, estábamos preparados. Si no ocurre, pues igual estábamos preparados.
Entonces nosotros pensamos ahora, por lo que estamos viendo, que no nos equivocamos, que en efecto el sistema escogió, de entre los cuatro candidatos al que se propone como más eficiente, el señor López Obrador. Y las pruebas de amor que dio el señor López Obrador, o que está dando este señor, para el gran capital, o sea para el finquero, son, entre otros, la entrega de los territorios de los pueblos originarios. Sus proyectos para el sureste, por mencionar algunos, para el Istmo, para Chiapas, Tabasco, Yucatán y Campeche, son, en realidad, proyectos de despojo.
Y lo principal que le preocupa a un gobierno que sale es la impunidad, no sus índices de popularidad. Entonces el “voto” gubernamental debía orientarse a quien le garantizara el no ser perseguido. Que el exilio o la cárcel no fueran el siempre necesario recurso de la legitimidad para el nuevo. El nuevo capataz debía prometer (y probar) que no criminalizaría al capataz pasado.
Pero no crean que el nuevo gobierno va a ser como cualquier otro capataz, con él viene el “nuevo” pensamiento único.
Hay una especie de nueva religión que se está gestando. Como que ya no basta la religión del mercado, que aparece en todos los lugares donde los gobiernos de derecha empiezan a hacerse del poder, sino que es como una especie de nueva moral que se impone con el argumento cuantitativo y que ataca el quehacer científico, el arte y la lucha social.
Ya las luchas no son por una demanda, sino que hay luchas buenas y hay luchas malas. Para ponerlo en un lenguaje que entiendan: están las luchas buenas y están las luchas que sirven a la mafia del poder, el arte “bueno” y el que sirva a la mafia del poder, el quehacer científico “correcto” y el que sirva a la mafia del poder. Todo lo que no se guíe por el nuevo pensamiento único que se está normando, es parte del enemigo. Y la fe, o la nueva fe que se está gestando ahora, necesitan de un individuo excepcional, por un lado, y una masa que lo siga.
Esto ha pasado en otras partes de la historia mundial, y ahora va a empezar a pasar acá. Por eso, a las críticas y señalamientos que hagan ustedes, o que hagamos nosotros, no se responde con argumentos sino se dice, por ejemplo, que somos groseros o que es que tenemos envidia.
No dudamos de que haya gente que, honestamente, haya pensado que el cambio prometido, además de barato (sólo había que cruzar una boleta), apuntaría a un cambio real o “verdadero”. Debe dar bronca que, en el panorama de allá arriba, se repitan los nombres de los criminales de antes, aunque hayan cambiado a guinda su color.
Pero la vocación de derechas del nuevo equipo de gobierno es innegable. Y su entorno “intelectual” y social reivindica sin rubor su tendencia autoritaria. El guión que señalamos hace 13 años, en 2005, se está siguiendo al pie de la letra. Quien fue ruin en la derrota, es ruin en la victoria. Decir que el próximo gobierno es de izquierda o progresista, no es sino una calumnia. Usamos entonces el símil del huevo de la serpiente. Hay una película que se llama así, de Ingmar Bergman, y hay una parte donde un doctor (que, por cierto, lo interpretaba el actor de Kung Fu, David Carradine) explica que lo que está pasando en Alemania en ese entonces -que luego va a hacerse fascista- se puede ver como el huevo de una serpiente, que si lo ves a contraluz, se ve adentro lo que trae, y en ese entonces se estaba viendo adentro lo que ahora está pasando.
Ustedes saben que todo el esfuerzo del Partido Movimiento de Regeneración Nacional, y de López Obrador y su equipo, desde el 1º de julio, es por congraciarse con la clase dominante y con el gran capital. No hay ningún indicio (nadie se puede llamar a engaño), ningún indicio que diga que es un gobierno progresista, ninguno. Sus principales proyectos van a destruir los territorios de los pueblos originarios: el millón de hectáreas en la Lacandona, el Tren Maya, o el corredor del Istmo que quieren hacer, entre otros. Su franca empatía con el gobierno de Donald Trump es ya una confesión pública. Su “luna de miel” con los empresarios y los grandes capitales está representada en los principales puestos de su gabinete y en sus planes para la “IV transformación”.
Creemos que es claro que el beneplácito del Poder, del Dinero al “triunfo” de López Obrador, fue más allá del reconocimiento. En el gran capital hay un verdadero entusiasmo por las oportunidades de conquista que se presentan con el programa de gobierno lopezobradorista.
Tenemos algunos datos duros y muchos chismes (no se pueden comprobar) sobre lo sucedido en el pasado proceso electoral. No los damos a conocer porque de ellos se podría deducir que hubo un fraude, y nada más alejado de nuestras intenciones que el intentar agriar la euforia que invade a los “30 millones”.
Pero lo que nadie quiere señalar es que hubo una especie de “madruguete mediático”, tal y como sucedió en las anteriores elecciones: la de Calderón y la de Peña Nieto. Es decir, no fueron “las instituciones” quienes dijeron quién ganó, sino los medios. Cuando el Programa de Resultados Preliminares Electorales (PREP) apenas iniciaba, Televisa y TvAzteca ya decían quién era el ganador; unos minutos después, con menos del 1% de los votos contabilizados, el aval de Meade, de Anaya y de la Calderona. Pasadas unas horas, el “camarada” Trump se congratula, y en la madrugada del día 2, el ya nombrable, Carlos Salinas de Gortari, se suma a las felicitaciones. Sin conocerse los resultados oficiales, inicia el besamanos que el PRI convirtió en patrimonio nacional. ¿Y el INE? Pues cumpliendo la función para la que fue creado: ser el Patiño de la “democracia electoral”. Las “instituciones” responsables del proceso se limitaron a seguir el alud mediático.
La intelectualidad progresista que, en caso de que no fuera su líder, hubiera denunciado lo ocurrido como un “golpe de Estado mediático”, ahora suscribe, sin rubor alguno, el “haiga sido como haiga sido”: “ganamos, ya no importa cómo”. El asunto es que todo parece indicar que el resultado fue negociado y acordado fuera de las urnas y del calendario electoral. Pero ya nada de eso importa, el gran elector decretó: “Habemus Capataz, a seguir con los negocios”.
Este nuevo pensamiento único va a suplir el argumento de la razón, por el argumento cuantitativo: “30 millones no pueden equivocarse”, que fue el que usó el padre no me acuerdo cómo se llama, ¿Solalinde?, ése (perdón, es que nunca lo pronuncio bien y el SubMoy siempre me está corrigiendo), y que se está usando a cada rato: “¿por qué se oponen a 30 millones? Ustedes son apenas 300 personas y además son sucias, feas, malas y groseras”. Bueno, hablan de ustedes (las redes), yo sólo soy grosero.
Con esta nueva forma de fe (frente a ella, nosotros estamos insistiendo que falta el voto que vale, que es el voto de la realidad), es como se empieza a imponer en el imaginario colectivo la razón de la cantidad sobre el análisis y la razón argumentada.
Y la historia se empieza a reescribir para convertirse en la nueva Historia oficial. En ella, todos los movimientos sociales y políticos del pasado en realidad apuntaban a llevar a la presidencia a López Obrador. Ya leímos que el movimiento del 68 no fue sino el antecedente del “fin de los tiempos”, 50 años después. Ya leímos que se purifica a Manuel Bartlett y a criminales semejantes porque están del lado del ganador. Ya leímos que Alfonso Romo es un empresario “honesto” que sólo tiene interés en mejorar a su prójimo.
Ya leímos que, quienes ayer eran del PRI, del PAN, del PRD, del Verde Ecologista, o que se foguearon como militantes en la farándula, ahora son preclaros líderes de la IV transformación. Y ya leímos también que ¡el alzamiento zapatista de 1994 fue el preludio del alzamiento “ciudadano” de 2018! Y el líder ya indicó que se hagan elaboraciones teóricas sobre su ascenso al Poder. No falta mucho para que los historiadores afines, modifiquen los libros de texto de historia.
Advertimos que viene un alud, un tsunami, de análisis frívolos y chabacanos, de nuevas religiones laicas, de profetas menores -muy menores-, porque tienen la plataforma para hacer eso. Habrá muchos sapos para quien quiera tragarlos. Y. puesto que hablamos de neo religión, las ruedas de molino se democratizarán para que todos puedan comulgar.
Aparecerán los nuevos “boy scouts”, los niños exploradores dispuestos a hacer el bien, aunque mirando bien a quién.
Los “representantes de los ciudadanos” promoviendo la ciudadanización: lo que quieren los “autóctonos” (me cae que así nos dicen) es ser como quien los despoja. Ser “iguales”, así sea en la fugaz temporalidad de la urna, y “libres” a la hora de firmar la concesión para la mina-hotel-vía férrea, el contrato de “empleo”, los pagos a plazos, el “apoyo firme a nuestro presidente”, la solicitud de “apoyo gubernamental”.
Habrá un auge previsible de la gestoría pero, en lugar de recursos, tendrán interlocución. Y eso vale, aunque no haya paga. Porque el modelo de “ventanillas” se descentralizará. Ya no se tendrá que ir a un edificio, formarse y darse cuenta, después de una larga fila, de que faltó la copia rosa. Ahora la ventanilla irá a su lugar: “pida, nosotros vamos; como comprobante recibirá usted una promesa”.
Si hay quien nada tiene, es probable que tenga la esperanza. Los nuevos timadores se encargarán de administrar esa esperanza, de dosificar su aliento y de convertirla en la quimera que consuela pero no resuelve.
Se reciclará el argumento que se usa en cierto sector de la lucha social, que dice que no es posible cambiar el sistema, que lo que hay que hacer es administrar o limar sus filos para que no lastimen mucho, o sea, que podemos convertirlos en buenos capataces, incluso llegar a crear un buen capitalismo, y que es posible cambiar al sistema desde dentro.
Ya se adivina la figura a través del cascarón: se demanda la claudicación de la razón y el pensamiento crítico; el enaltecimiento del nacionalismo con base al autoritarismo “bueno”; la persecución de lo diferente; la legitimidad ganada por griterío; la neo religión laica; la unanimidad impuesta; la claudicación de la crítica; y el nuevo lema nacional: “Prohibido Pensar”. En suma: la hegemonía y la homogeneidad que sustentan los fascismos que se niegan a reconocerse como tales.
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¿Son conceptos que permiten entender (y actuar) los que se presentan a la mano? ¿Términos como “ciudadanía”, “juventud”, “mujeres”, “progreso”, “desarrollo”, “modernidad”, “democracia electoral” como sinónimo de democracia?
El término “ciudadano” no sirve como concepto para entender lo que sucede: “Ciudadano” es Carlos Slim, como lo es el campesino despojado por el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México. Lo es Ricardo Salinas Pliego, y quien vive en la calle después del terremoto de septiembre del 2017. Lo es Alfonso Romo, y los miembros de la comunidad tzeltal que serán despojados de sus tierras para que pase un tren en el que los turistas se tomen “selfies”.
Otro: “juventud”. “Jóvenes” son las hijas de Peña Nieto, y las trabajadoras y estudiantes asesinadas.
Otro: “mujeres”. “Mujeres” son la Aramburuzavala, la Gonda, la Sánchez Cordero, la González Blanco Ortiz Mena, la Merkel y la May, y lo son las asesinadas de Ciudad Juárez, las violadas en cualquier rincón del mundo, las golpeadas, las explotadas, las perseguidas, las encarceladas, las desaparecidas.
Todos los conceptos que eliminen la división o que no ayuden a entender una división de clase entre dominadores y dominados, son un engaño y permiten que convivan, en uno, unos y otros. Esta transversalidad -que le dicen- entre el capital y el trabajo, no sirve para nada, no explica nada y lleva a una convivencia perversa entre explotador y explotado y, por un momento, parece que son lo mismo aunque no sea así.
Viene también ese intento de volver al sistema de antes, ese salto imposible hacia atrás al “Estado de Bienestar”, al “Estado Benefactor” de Keynes, al viejo PRI (por eso alguien bromeaba que la primera transformación fue PNR; luego la segunda fue PRM; la tercera fue PRI, y ahora la cuarta transformación es PRIMOR).
Y con eso viene la añeja discusión entre reforma y revolución. Los “debates” entre los “radicales” que pugnaban por la revolución, y los “fresas” que estaban por un cambio gradual, por las reformas paulatinas hasta llegar al reino de la felicidad. Esas discusiones se daban antes en los cafés. Las ágoras de ahora son las redes sociales y se puede seguir ese ejercicio de autoerotismo en los “influencers” (o como se diga).
Nosotros pensamos que ni siquiera es necesario discutir eso, porque la reforma no es posible ya; lo que destruyó el capitalismo ya no es salvable, ya no puede haber un capitalismo bueno (pensamos que nunca ha existido esa posibilidad), tenemos que destruirlo totalmente.
Y parafraseando lo dicho por las zapatistas en el Encuentro de Mujeres que Luchan: no basta con prenderle fuego al sistema: hay que estar pendientes de que se consuma totalmente y sólo queden cenizas.
De esto ya hablaremos en otra ocasión. Por ahora sólo queremos señalar que la contrarrevolución social sí es posible No sólo es posible, sino que va a acechar continuamente, porque van a tratar de aniquilar toda lucha externa a este proceso de domesticación que va a seguir Va a tratar de ser arrasada, sobre todo con violencia.
No sólo en marginación, no sólo en calumnias, sino que va a incluir los ataques paramilitares, militares, policiacos.
Para todo aquel que desafíe estas reglas nuevas -que en realidad son las viejas- no va a haber amnistía, ni perdón, ni absolución, ni abrazos, ni fotos; va a haber la muerte y la destrucción.
La lucha contra la corrupción (que no es otra cosa que la lucha por una buena administración del dominio) no sólo no incluye la lucha por la libertad y la justicia, sino que se le contrapone, porque con la coartada de la lucha contra la corrupción se pugna por un aparato de Estado más eficiente en la casi única función que detenta el Estado Nacional: la represión. Pronto, ni ésa.
El gobierno dejará de ser el capataz ladrón que se queda con varias vaquillas y toretes que no reporta al finquero. El nuevo capataz no robará, le entregará al patrón la ganancia íntegra.
Quieren devolverle al Estado Nacional, en este caso México, sus funciones reales. Es decir, cuando se habla de que se necesita la seguridad, es la seguridad del capital; es la implantación y el perfeccionamiento de un nuevo estado policial: “voy a hacer bien las cosas porque voy a vigilar todo”. La seguridad reclamada por la “ciudadanización” es, en los hechos, la reimplantación de un sistema policíaco, un muro modernizado y profesionalizado que sepa distinguir entre “los buenos” y “los malos”.
Se profesionalizará la policía de la ciudad del Capital. Ahí se reducirá el índice criminal y habrá policías “bell@s” que ayudarán a l@s ancian@s a cruzar la calle, buscarán a las mascotas extraviadas y verán que el tráfico sea amable para quien importa: los automóviles.
Afuera, en la periferia, seguirá adelante el contubernio entre quien debe prevenir y perseguir el delito, y quien lo comete. Pero, en compensación, se fomentará el turismo extremo: en la ciudad del Capital se organizarán “tours” y “safaris” para conocer esas raras creaturas que habitan las sombras; los turistas podrán tomarse una “selfie” con el joven detenido-golpeado-asesinado, con su sangre confundiendo los colores de los tatuajes, matando el brillo de los piercings y estoperoles, manchando el verde-morado-azul-rojo-naranja del cabello. ¿Quién era? ¿A quién le importa? En una “selfie” todo lo que no sea el “yo” es pura escenografía, una anécdota, una emoción “fuerte” para lucir en el feis, en instagram, los chats, las autobiografías. Y, en el altavoz del vehículo blindado, la guía de turistas, amable, advierte: “les recordamos que el consumo de tacos, tortas y demás garnachas son por su cuenta y riesgo; la empresa no se hace responsable de indigestiones, gastritis e infecciones estomacales. Para quienes bajaron, aquí tenemos gel antibacterial”.
El nuevo gobierno promete recuperar el monopolio del uso de la fuerza (que le fue arrebatada por el llamado “crimen organizado”). Pero ya no sólo con las policías y ejércitos tradicionales. También con los “nuevos” vigilantes: las nuevas camisas “pardas” o guindas, en las que se van a convertir los feligreses de la nueva religión laica; la masa que va a estar atacando a los movimientos sociales que no se domestiquen. Los reciclados “batallones rojos” (ahora “guindas”, por la IV transformación) que habrán de completar la “limpieza” de suci@s, fe@s, mal@s y groser@s, y todo aquel que se resista al orden, el progreso y el desarrollo.
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Entonces seguimos bajando, pues, a ver cómo están resistiendo (junto a otras organizaciones, grupos y colectivos), nuestras comunidades, -ahorita aquí con nosotros está parte de la dirección colectiva del EZLN, 90 comandantas y comandantes, son más pero son los que nos están acompañando esta vez para honrar la visita de ustedes (las redes)-.
Nosotros seguimos caminando con dos pies: la rebeldía y la resistencia, el no y el sí; el no al sistema y el sí a nuestra autonomía, que quiere decir que tenemos que construir nuestro propio camino hacia la vida. El nuestro está basado en algunas de las raíces de las comunidades originarias (o indígenas): el colectivo, el apoyo mutuo y solidario, el apego a la tierra, el cultivo de las artes y las ciencias, y la vigilancia constante contra la acumulación de riqueza. Eso, y las ciencias y las artes, son nuestra guía. Es nuestro “modo”, pero pensamos que en otras historias e identidades, es diferente. Por eso nosotros decimos el zapatismo no se puede exportar, ni siquiera en el territorio de Chiapas, sino que cada calendario y geografía tiene que seguir con su propia lógica.
Los resultados de nuestro caminar están a la vista de quien quiera mirar, analizar y criticar. Aunque, claro, nuestra rebeldía es tan, pero tan pequeña, que se necesitaría un microscopio o, mejor aún, un periscopio invertido para detectarla.
Y tampoco es un ejercicio muy alentador: nuestras posibilidades son mínimas.
No llegamos, ni de lejos, a los 30 millones.
Tal vez sólo seamos 300.
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(Continuará)
300. Primera Parte: UNA FINCA, UN MUNDO, UNA GUERRA, POCAS PROBABILIDADES. Subcomandante Insurgente Moisés, SupGaleano
Agosto 20, 2018
Participación de la Comisión Sexta del EZLN en el Encuentro de Redes de Apoyo al CIG y su Vocera.
(Versión ampliada)
Por razones de tiempo, la participación zapatista no fue completa. Les prometimos que luego les mandábamos lo que faltó: aquí la versión original que incluye partes de la transcripción más lo que no se mencionó. De nada. No hay por qué darlas.
300.
Primera parte:
UNA FINCA, UN MUNDO, UNA GUERRA, POCAS PROBABILIDADES.
Agosto del 2018.
Subcomandante Insurgente Galeano:
Buenos días, gracias por haber venido, por aceptar nuestra invitación y compartirnos su palabra.
Vamos a empezar a explicar cuál es nuestro modo para hacer análisis y valoraciones.
Nosotros empezamos por analizar qué pasa en el mundo, luego nos bajamos a qué pasa en el continente, luego nos bajamos a qué pasa en el país, luego en la región y luego en lo local. Y de ahí sacamos una iniciativa y la empezamos a subir de lo local a lo regional, a lo nacional, al continente y al mundo entero.
Según nuestro pensamiento, el sistema dominante a nivel mundial es el capitalismo. Para explicárnoslo y para explicarlo a otros, usamos la imagen de una finca.
Le voy a pedir al Subcomandante Insurgente Moisés que nos platique de eso.
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Subcomandante Insurgente Moisés:
Bueno, entonces compañeros, compañeras, entrevistamos a compañeros y a compañeras bisabuelos y bisabuelas que estuvieron en su vida -algunos todavía están vivos y vivas-. Esto es lo que nos contaron, que nos llevó a pensar -decimos ahora- que los ricos, los capitalistas, quieren convertir en su finca lo que es el mundo.
Está el finquero, el terrateniente, el dueño pues así de miles de hectáreas de tierra, y ya eso cuando no está, pues el patrón tiene su capataz que es el que cuida la finca, y de ahí ese capataz busca su mayordomo que es el que va a ir a exigir que se trabaje su tierra; y ese capataz, ordenado por el patrón, tiene que buscar a otro que le llaman el caporal, que es el que cuida alrededor de la hacienda, de su casa, pues. Entonces nos contaron de que en las fincas hay distintas cosas de lo que se hace ahí en la finca: hay finca ganadera, hay finca cafetalera, hay finca de caña, donde hacen panela, y de milpa y de frijol. Entonces lo combinan, lo combinan eso; o sea en una finca de 10 mil hectáreas ahí está todo ahí, hay de ganadería, de cañería, de frijol, milpa. Entonces toda su vida la gente está circulando ahí, trabajando ahí pues -lo que decimos los mozos o los baldíos, la gente que está sufriendo ahí-.
De capataz, pues él completa su paga robándole al patrón de lo que produce la finca. O sea que además de lo que le da el patrón, el finquero, el capataz tiene su ganancia de robar. Por ejemplo, si nacen 10 vaquillas y 4 toretes, pues el capataz no reporta cabal, sino que le dice al patrón que sólo nacieron 5 vaquillas y 2 toretes. Si el patrón se da cuenta de la tranza, pues lo corretea al capataz y pone a otro. Pero siempre algo roba el capataz o sea que es la corrupción que dicen.
Nos cuentan que cuando el capataz, porque no está el patrón, y entonces el capataz es el que queda, y cuando el capataz también quiere salir, entonces busca a alguien de los que tiene ahí, que sea igual como él de cabrón pues, de exigente pues; entonces mientras él va a echar su vuelta deja nombrado a alguien o sea, como que busca a su amigo que va a dejar a su cargo para luego llegar y tomar otra vez en su mano el capataz.
Y entonces vemos eso, que el patrón no está, el patrón está en otro lado pues, el capataz es el que decimos así de que como los países o los pueblos que nosotros decimos, porque vemos que ya no es país pues; es el Peña Nieto como decimos, el capataz. El mayordomo decimos que son los gobernadores, y los caporales los presidentes municipales. Está estructurado de una manera en cómo van a dominar, pues.
También vemos que ese capataz, mayordomo y caporal son los que exigen a la gente. Y ahí en la finca nos cuentan los bisabuelos que ahí hay una tienda, que le dicen tienda de raya -así nos lo contaron pues- quiere decir que la tienda es ahí donde se endeuda; entonces los explotados, explotadas que están ahí, mozos o mozas como le decimos, pues, entonces ya se acostumbraron de que ahí van a comprar su sal, su jabón, lo que necesita, o sea, no manejan dinero; tiene ahí el patrón su tienda y ahí es donde se enlistan, porque necesitan la sal, el jabón, el machete, la limadora o el hacha, entonces compran ahí, no es porque van a pagar con dinero sino con su fuerza de trabajo.
Y nos cuentan los bisabuelos que su vida, tanto como mujeres y hombres, es que le dan lo poco para comer el día de hoy para que mañana continúa trabajándole al patrón, y así a lo largo de todas sus vidas que la pasaron.
Y comprobamos lo que dicen nuestros bisabuelos porque cuando nosotros salimos en el 94, cuando fuimos tomando las fincas para sacar a esos explotadores, encontramos a capataces y a gentes acasillados, que están acostumbrados a eso lo que les dije de tiendas de raya, entonces esa gente acasillada nos dijeron que no saben qué van a hacer, que porque ahora dónde va a encontrar su sal, su jabón, porque ya no está su patrón. Nos preguntaban a nosotros que ahora quién va a ser el nuevo patrón, porque quiere ir ahí porque no sabe qué hacer, porque dónde va a encontrar su jabón, su sal.
Entonces nosotros les dijimos: ahorita estás libre, trabaja la tierra, es tuya, así como el patrón que te explotó ahora vas a trabajar, pero es para ti, para tu familia. Pero entonces se resiste diciendo de que no, de que esta tierra es del patrón.
Es ahí donde comprobamos que hay gente que ya está hallada pues a la esclavitud. Y si tienen su libertad, pues no saben qué hacer, porque sólo saben obedecer.
Y esto que les estoy hablando es de hace 100 años, más de 100 años, porque nuestros bisabuelos -uno de ellos tiene más o menos como 125, 126 años ahorita, porque ya tiene más de un año que lo entrevistamos a ese compa- son los que nos cuentan.
Entonces así lo vimos, que sigue eso. Hoy pensamos que así está el capitalismo ahora. Quiere convertir en finca el mundo. O sea, pero son los empresarios trasnacionales: “Voy a mi finca La Mexicana”, según lo que le antoja; “voy a mi finca La Guatemalteca, La Hondureña”, y así.
Y va a empezar a organizar según su interés al capitalismo pues, así como nos cuentan nuestros bisabuelos, que en una finca hay de todo ahí, café, ganado, maíz, frijol, y en otra finca no, es puro nomás de caña para sacar panela, y en la otra pues otra cosa. Así nos fueron organizando ellos, cada finquero pues.
No hay patrón bueno, todos son malos.
Aunque nos cuentan nuestros bisabuelos que nos cuentan de que hay unos buenos -dicen- pero a la hora de que nos toca analizarlo, pensarlo, verlo, simplemente porque no hay tanto maltrato físico, es lo que dicen nuestros bisabuelos eso de que entonces son buenos, porque no los chicotean pues; pero de explotados, explotadas, no hay salvación. En otras fincas sí, aparte de que estás cansado ya del trabajo y si no les cumples más, pues los chicotean.
Entonces pensamos que todo eso lo que les pasó es lo que va a pasar con nosotros, pero ahora sí ya no sólo nomás en el campo, sino en la ciudad. Porque no es lo mismo el capitalismo de hace 100 años, 200 años, ya son diferentes su modo de explotación y no sólo nomás en el campo explota ahora sino también en la ciudad. Y su explotación cambia de modo, decimos, pero igual es explotación. Como que es la misma jaula de encierro, pero cada tanto la pintan, como que es nueva, pero es la misma.
Pero como quiera hay gente que no quiere la libertad, sino que ya se halló a obedecer, y entonces sólo busca un cambio de patrón, de capataz, que no sea tan cabrón o sea que igual explote pero trate bien.
Entonces nosotros no lo perdemos de vista eso porque viene, ya están empezando, y así.
Eso es lo que nos llama la atención de que ¿será que hay otros, otras, que ven, piensan, comparan igual que así nos la van a hacer?
¿Y qué van a hacer estas hermanas y hermanos? ¿Será que se conforman con un cambio de capataz o de patrón, o es que lo que quieren es la libertad?
Eso es lo que me toca explicarles eso porque viene con lo que nosotros pensamos y vemos con los compañeros, compañeras, como Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
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Subcomandante Insurgente Galeano:
Entonces lo que nosotros vemos a nivel mundial es una economía depredadora. El sistema capitalista está avanzando de forma de conquistar territorios, destruyendo lo más que pueda. Simultáneamente hay un ensalzamiento del consumo. Parece que el capitalismo ya no parece preocupado por quién va a producir las cosas, para eso están las máquinas, pero no hay máquinas que consuman mercancías.
En realidad, este enaltecimiento del consumo, esconde una explotación brutal y un despojo sanguinario de la humanidad que no aparecen en la inmediatez de la producción moderna de mercancías.
La máquina que, automatizada al tope y sin la participación humana, fabrica computadoras o celulares, se sostiene, no en el avance científico y tecnológico, sino en el saqueo de recursos naturales (la necesaria destrucción/despoblamiento y reconstrucción/reordenamiento de territorios) y en la inhumana esclavitud de miles de ínfimas, pequeñas y medianas células de explotación de la fuerza de trabajo humana.
El mercado (ese gigantesco almacén de mercancías) contribuye a ese espejismo del consumo: las mercancías le aparecen al consumidor como “ajenas” al trabajo humano (es decir, a su explotación); y una de las consecuencias “prácticas” es darle al consumidor (siempre individualizado) la opción de “rebelarse” eligiendo uno u otro mercado, uno u otro consumo, o negándose a un consumo específico. ¿No se quiere consumir comida chatarra? No problema, los productos alimenticios orgánicos también están a la venta, y a un precio más elevado. ¿No consume conocidos refrescos de cola porque son dañinos a la salud? No problema, el agua embotellada es comercializada por la misma empresa. ¿No quiere consumir en las grandes cadenas de supermercados? No problema, la misma empresa le surte a la tiendita de la esquina. Y así.
Entonces está organizando la sociedad mundial dándole, aparentemente, prioridad al consumo, entre otras cosas. El sistema marcha con esa contradicción (entre otras): quiere deshacerse de la fuerza de trabajo porque su “uso” presenta varios problemas (por ejemplo: tiende a organizarse, protestar, hacer paros, huelgas, sabotaje en la producción, aliarse a otr@s); pero al mismo tiempo necesita el consumo de mercancías por parte de esa mercancía “especial”.
Por más que el sistema apunte a “automatizarse”, la explotación de la fuerza de trabajo le es fundamental. No importa cuánto consumo mande a la periferia del proceso productivo, o cuánto extienda la cadena de producción de modo que parezca (de “simular”) que el factor humano está ausente: sin la mercancía esencial (la fuerza de trabajo) el capitalismo es imposible. Un mundo capitalista sin la explotación, donde sólo el consumo prevalece, es bueno para la ciencia ficción, las elucubraciones en las redes sociales y los sueños perezosos de los admiradores de los suicidas de la izquierda aristocrática.
No es la existencia del trabajo la que define al capitalismo, sino la caracterización de la capacidad de trabajo como una mercancía que se vende y se compra en el mercado laboral. Esto quiere decir que hay quien vende y hay quien compra; y, sobre todo, que hay quien sólo tiene la opción de venderse.
La posibilidad de comprar la fuerza de trabajo está dada por la propiedad privada de los medios de producción, de circulación y consumo. En la propiedad privada de estos medios está el núcleo vital del sistema. Sobre esta división de clase (la poseedora y la desposeída) y para ocultarla, se construyen todas las simulaciones jurídicas y mediáticas, así como las evidencias dominantes: la ciudadanía y la igualdad jurídica; el sistema penal y policíaco, la democracia electoral y el entretenimiento (cada vez más difíciles de diferenciar); las neo religiones y las supuestas neutralidades de las tecnologías, las ciencias sociales y las artes; el libre acceso al mercado y al consumo; y las tonterías (más o menos elaboradas) del “cambio está en uno mismo”, “uno es el arquitecto de su propio destino”, “al mal tiempo pon buena cara”, “no le des un pescado al hambriento, mejor enséñale a pescar” (“y véndele la caña de pescar”), y, ahora de moda, los intentos de “humanizar” el capitalismo, hacerlo bueno, racional, desinteresado, light.
Pero la máquina quiere ganancias y es insaciable. No hay un límite para su glotonería. Y el afán de ganancias no tiene ética ni racionalidad. Si debe matar, mata. Si necesita destruir, destruye. Aunque sea el mundo entero.
El sistema avanza en su reconquista del mundo. No importa lo que se destruya, quede o sobre: es desechable mientras se obtenga la máxima ganancia y lo más rápido posible. La máquina está volviendo a los métodos que le dieron origen -por eso nosotros les recomendamos leer la Acumulación Originaria del Capital-, que es mediante la violencia y mediante la guerra que se conquistan nuevos territorios.
Como que el capitalismo dejó pendiente una parte de la conquista del mundo en el neoliberalismo y que ahora tiene que completarlo. En su desarrollo, el sistema “descubre” que aparecieron nuevas mercancías y esas nuevas mercancías están en el territorio de los pueblos originarios: el agua, la tierra, el aire, la biodiversidad; todo lo que todavía no está maleado está en territorio de los pueblos originarios y van sobre ello. Cuando el sistema busca (y conquista) nuevos mercados, no son sólo mercados de consumo, de compra-venta de mercancías; también, y sobre todo, busca y trata de conquistar territorios y poblaciones para extraerles todo lo que se pueda, no importa que, al terminar, deje un páramo como herencia y huella de su paso.
Cuando una minera invade un territorio de los originarios, con la coartada de ofrecer “fuentes de trabajo” a la “población autóctona” (me cae que así nos dicen), no sólo está ofreciendo a esa gente la paga para comprar un nuevo celular de gama más alta, también está desechando a una parte de esa población y está aniquilando (en toda la extensión de la palabra) el territorio en el que opera. El “desarrollo” y el “progreso” que ofrece el sistema, en realidad esconden que se trata de sus propios desarrollo y progreso; y, lo más importante, oculta que esos desarrollo y progreso se obtienen a costa de la muerte y la destrucción de poblaciones y territorios.
Así se fundamenta la llamada “civilización”: lo que necesitan los pueblos originarios es “salir de la pobreza”, o sea necesitan paga. Y entonces se ofrecen “empleos”, es decir, empresas que “contraten” (exploten pues) a los “aborígenes” (me cae que así nos dicen).
“Civilizar” una comunidad originaria es convertir a su población en fuerza de trabajo asalariada, es decir, con capacidad de consumo. Por eso todos los programas del Estado se plantean “la incorporación de la población marginada a la civilización”. Y, en consecuencia, los pueblos originarios no demandan respeto a sus tiempos y modos de vida, sino “ayuda” para “colocar sus productos en el mercado” y “para obtener empleo”. En resumen: la optimización de la pobreza.
Y con lo de “pueblos originarios” nos referimos no sólo a los mal llamados “indígenas”, sino a todos los pueblos que originalmente cuidaban los territorios hoy bajo las guerras de conquista, como el pueblo kurdo, y que son subsumidos, por medio de la fuerza, en los llamados Estados Nacionales.
La llamada “forma Nación” del Estado, nace con el ascenso del capitalismo como sistema dominante. El capital necesitaba protección y ayuda para su crecimiento. El Estado suma entonces, a su función esencial (la de la represión), la de ser garante de ese desarrollo. Claro, entonces se dijo que era para normar la barbarie, “racionalizar” las relaciones sociales y “gobernar” para todos; “mediar” entre dominadores y dominados.
La “libertad” era la libertad para comprar y vender (se) en el mercado; la “igualdad” era para cohesionar el dominio homogeneizando; y la “fraternidad”, bueno, tod@s somos herman@s, el patrón y el trabajador, el finquero y el peón, la víctima y el verdugo.
Después se dijo que el Estado Nacional debía “regular” el sistema, ponerlo a salvo de sus propios excesos y hacerlo “más equitativo”. Las crisis eran producto de defectos de la máquina, y el Estado (y el gobierno en particular), era el mecánico eficiente siempre alerta para arreglar esos desperfectos. Claro, a la larga resultó que el Estado (y el gobierno en particular) era parte del problema, no la solución.
Pero los elementos fundamentales de ese Estado Nación (policía, ejército, lengua, moneda, sistema jurídico, territorio, gobierno, población, frontera, mercado interno, identidad cultural, etc.) hoy están en crisis: las policías no previenen el delito, lo cometen: los ejércitos no defienden a la población, la reprimen; las “lenguas nacionales” son invadidas y modificadas (es decir, conquistadas) por la lengua dominante en el intercambio; las monedas nacionales se valúan conforme a las monedas que hegemonizan el mercado mundial; los sistemas jurídicos nacionales se subordinan a las leyes internacionales; los territorios se expanden y contraen (y fragmentan) conforme a la nueva guerra mundial; los gobiernos nacionales supeditan sus decisiones fundamentales a los dictados del capital financiero; las fronteras varían en su porosidad (abiertas para el tráfico de capitales y mercancías, y cerradas para las personas); las poblaciones nacionales se “mezclan” con las provenientes de otros Estados; y así.
Al mismo tiempo que “descubre” nuevos “continentes” (es decir: nuevos mercados para extraer mercancías y para el consumo), el capitalismo enfrenta una crisis compleja (en su composición, en su extensión y en su profundidad), que él mismo produjo con este afán depredador.
Es una combinación de crisis:
Una es la crisis ambiental que está pegando en todas partes del mundo y que es producto también del desarrollo del capitalismo: la industrialización, el consumo y el saqueo de la naturaleza tienen un impacto ambiental que altera ya lo que se conoce como “planeta Tierra”. El meteorito “capitalismo” ya cayó y ha modificado radicalmente la superficie y las entrañas del tercer planeta del sistema solar.
La otra es la migración. Se están pauperizando y destruyendo territorios enteros y obligando a la gente a migrar buscando vida. La guerra de conquista, que está en la esencia misma del sistema, ya no ocupa territorios y su población, sino que pone a esa población en el rubro de “sobras”, “ruinas”, “escombros”, por lo que esas poblaciones o perecen o emigran a la “civilización” que, no hay que olvidarlo, se sostiene sobre la destrucción de “otras” civilizaciones. Si esas personas no producen ni consumen, sobran. El llamado “fenómeno migratorio” es producido y alimentado por el sistema.
Y una más –en la que nosotros estamos encontrando coincidencias con varios analistas en todo el mundo- es el agotamiento de los recursos que hacen andar “la máquina”: los energéticos. Los llamados “picos” finales en reservas de petróleo y carbón, por ejemplo, ya están muy cerca. Esos energéticos se agotan y son muy limitados, su reposición duraría millones de años. El previsible e inminente agotamiento hace que los territorios con reservas -aunque limitadas- de energéticos, sean estratégicos. El desarrollo de fuentes de energía “alternas” va demasiado despacio por la sencilla razón de que no es rentable, es decir, no se repone rápido la inversión.
Estos tres elementos de esa crisis compleja, ponen en entredicho la existencia misma del planeta.
¿La crisis terminal del capitalismo? Ni de lejos. El sistema ha demostrado que es capaz de superar sus contradicciones e, incluso, funcionar con ellas y en ellas.
Entonces, ante esas crisis que el mismo capitalismo provoca, que provoca migración, provoca catástrofes naturales; que se acerca al límite de sus recursos energéticos fundamentales (en este caso el petróleo y el carbón), parece que el sistema está ensayando un repliegue hacia dentro, como una antiglobalización, para poder defenderse de sí mismo y está usando a la derecha política como garante de ese repliegue.
Esta aparente contracción del sistema es como un resorte que se retrae para luego expandirse. En realidad, el sistema se está preparando para una guerra. Otra guerra. Una total: en todas partes, todo el tiempo y con todos los medios.
Se están construyendo muros legales, muros culturales y muros materiales para tratar de defenderse de la migración que ellos mismos provocaron; y se está tratando de volver a mapear el mundo, sus recursos y sus catástrofes, para que los primeros se administren para que el capital mantenga su funcionamiento, y las segundas no afecten tanto a los centros donde se agrupa el Poder.
Estos muros van a seguir proliferando, según nosotros, hasta que se vaya construyendo una especie de archipiélago “de arriba” donde, dentro de “islas” protegidas, queden los dueños, digamos, los que tienen la riqueza; y afuera de esos archipiélagos quedamos todos los demás. Un archipiélago con islas para los patrones, y con islas diferenciadas –como las fincas- con labores específicas. Y, muy aparte, las islas perdidas, las de l@s desechables. Y en el mar abierto, millones de barcazas deambulando de una a otra isla, buscando un lugar para atracar.
¿Ciencia Ficción de manufactura zapatista? Googlee usted “Barco Aquarius” y vea la distancia que media entre lo que describimos y la realidad. Al Aquarius varias naciones de Europa le negaron la posibilidad de atracar en puerto. ¿La razón? La carga letal que transporta: cientos de migrantes procedentes de países “liberados” por Occidente con guerras de ocupación, y de países gobernados por tiranos con el beneplácito de Occidente.
“Occidente”, el símbolo de la civilización por auto denominación, va, destruye, despuebla y se repliega y cierra, mientras el gran capital sigue con sus negocios: fabricó y vendió las armas de destrucción, también fabrica y vende las máquinas para la reconstrucción.
Y quien está apoyando este repliegue es la derecha política en varias partes. Es decir, los capataces “efectivos”, los que controlan a la peonada y aseguran la ganancia para el finquero… aunque más de uno, una, unoa, se roben parte de las vaquillas y toretes. Y, además, “chicoteen” demasiado a su respectiva población acasillada.
Todos los que sobren: o consumen o hay que aniquilarlos; hay que hacerlos a un lado; son -decimos nosotros- l@s desechables. No cuentan ni siquiera como “victimas colaterales” en esta guerra.
No es que algo está cambiando, es que ya cambió.
Y ahora usamos el símil de los pueblos originarios porque durante mucho tiempo, en la etapa previa de desarrollo del capitalismo, los pueblos originarios quedaron como los olvidados. Antes nosotros usábamos el ejemplo de los infantes indígenas, que eran los no-natos porque nacían y morían sin que nadie les llevara la cuenta, y esos no-natos habitaban en estas zonas, por ejemplo, en estas montañas que antes no les interesaban. Las buenas tierras (las “planadas”, les decimos nosotros), fueron ocupadas por las fincas, por los grandes propietarios, y aventaron a los indígenas a las montañas, y ahora resulta que esas montañas tienen unas riquezas, mercancías, que quiere también el capital y entonces ya no hay a dónde irse para los pueblos originarios.
O luchan y defienden, incluso hasta la muerte, esos territorios, o no hay de otra, pues. Porque no habrá un barco que los recoja cuando naveguen a la intemperie en las aguas y tierras del mundo.
Está en marcha una nueva guerra de conquista de los territorios de los originarios, y la bandera que porta el ejército invasor a veces lleva también los colores de la izquierda institucional.
Este cambio en la máquina en lo que se refiere al campo o “zonas rurales”, que se puede apreciar hasta con un análisis superficial, también se presenta en las ciudades o “zonas urbanas”. Las grandes ciudades se han reordenado o están en ese proceso, después o durante una guerra despiadada contra sus habitantes marginales. Cada ciudad contiene muchas ciudades dentro, pero una central: la del capital. Los muros que rodean esa ciudad están formados por leyes, planes de urbanización, policías y grupos de choque.
El mundo entero se fragmenta; proliferan los muros; la máquina avanza en su nueva guerra de ocupación; cientos de miles de personas descubren que el nuevo hogar que les prometió la modernidad es una barcaza en altamar, la orilla de una carretera, o el hacinamiento de un centro de detención para “indocumentados”; millones de mujeres aprenden que el mundo es un gigantesco club de caza donde ellas son la presa a cobrar; la infancia se alfabetiza como mercancía sexual y laboral; y la naturaleza pasa la cuenta del largo debe que, en su saldo rojo, acumula el capitalismo en su breve historia como sistema dominante.
Claro, falta lo que digan las mujeres que luchan, loas otroas de abajo (para quienes, en lugar del glamur de los closets entreabiertos de arriba, hay desprecio, persecución y muerte), quienes pernoctan en las colonias populares y se pasan el día trabajando en la ciudad del capital, l@s migrantes que recuerdan que ese muro no estuvo ahí desde el principio de los tiempos, los familiares de desaparecid@s, asesinad@s y encarcelad@s que no olvidan ni perdonan, las comunidades rurales que descubren que fueron engañadas, las identidades que se descubren diferentes y suplen la vergüenza por el orgullo, y todas, todos, todoas l@s desechables que entienden que el destino no tiene que ser el de la esclavitud, el olvido o la muerte mortal.
Porque otra crisis, que pasa desapercibida, es la emergencia y proliferación de rebeldías, de núcleos humanos organizados que desafían no sólo al Poder, también a su lógica perversa e inhumana. Diversa en su identidad, es decir, en su historia, esta irrupción aparece como una anomalía del sistema. Esta crisis no cuenta para las leyes de probabilidad. Sus posibilidades de mantenerse y profundizarse son mínimas, casi imposibles. Por eso no cuentan en la cuenta de arriba.
De las rebeldías, para la máquina, no hay que preocuparse. Son pocos, pocas y pocoas, si acaso lleguen a 300.
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Es seguro que esta visión del mundo, la nuestra, esté incompleta y que, con alto grado de probabilidad, sea errónea. Pero así es como vemos el sistema a nivel mundial. Y de esta valoración se sigue lo que miramos y valoramos en los niveles continental, nacional, regional y local.
(Continuará…)
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