26 de octubre del 2014:
Carta a un Presidente incongruente
Señor presidente Enrique Peña Nieto, el día de ayer por la mañana me desperté y lo primero que hice fue ver las noticias. Usted estaba en ellas reprochando la conducta de los manifestantes que con violencia inusitada derramaban su cólera en contra de edificios públicos, en contra del mismo palacio de Gobierno del estado de Guerrero, del palacio municipal de Iguala. Sus palabras textuales fueron: «Es incongruente exigir la aplicación de la ley con acciones que violentan el Estado de derecho como las ocurridas ayer en Iguala». Quiero dejar en claro que estoy plenamente de acuerdo con usted.
Pero señor presidente, para poder dictar esas palabras y conseguir que el mensaje contenido en ellas tenga el efecto que desea, usted tendría que haber sido un dechado de congruencia, y usted —disculpe que se lo diga— no lo es. Aprendimos de su incongruencia desde los tiempos en que era candidato a la Presidencia de la República. ¿Se acuerda de ese día en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, cuando fue a presentar un libro de su autoría titulado México la gran esperanza? ¿Dónde cabe la congruencia de un sujeto que va a presentar un libro, que contiene decenas de citas de otros libros, pero que no puede nombrar tres libros que hayan impactado en su vida?
La congruencia, señor presidente, es la relación lógica que existe entre los que se piensa y lo que se dice, entre lo que se dice y lo que se hace. Y usted piensa una cosa y dice otra, dice una cosa y hace otra, ¿dónde está la congruencia señor presidente?
Por eso, es inútil que pida congruencia a los jóvenes que desatan su furia en contra de las instituciones gubernamentales, ya que no hubo, por parte de estas instituciones, congruencia. Mire nada más: la policía que debería proteger a sus ciudadanos, la policía que debería salvaguardar el orden, fue la misma que entregó a los 43 jóvenes de Ayotzinapa a los criminales para que ellos mataran de un balazo a los que tuvieron suerte y calcinaran vivos a los que no tuvieron la suerte de la muerte inmediata. ¿Dónde está la congruencia señor presidente?
Este país ha sido tomado por las fuerzas del crimen organizado. Tal vez lo sabe, tal vez no, pero el concepto ‘crimen organizado’ se origina en Italia, con el fenómeno de la mafia. El concepto se refiere a los grupos delincuenciales que se han involucrado (organizado) con las instituciones del Estado. Es decir, para que exista crimen organizado deben crearse antes los vínculos necesarios para que los criminales gocen de plena impunidad; sin estos vínculos no existiría crimen organizado. ¿Dónde está la congruencia señor presidente?
Impunidad, ¿le parece conocida la palabra? Su significado es simple, según el diccionario de la RAE impunidad se define como la falta de castigo. La impunidad se ha convertido en un vocablo común en este país. La impunidad es hija bastarda de la justicia que se ejerce en este país. Usted mismo ha gozado de impunidad. ¿O ya no se acuerda de la masacre de Atenco? Si hubiera congruencia en sus actos, señor presidente, usted hubiera renunciado a su cargo de gobernador del Estado de México, así como obligó a hacerlo a Ángel Aguirre Rivero en el gobierno del estado de Guerrero. Por eso pregunto otra vez: ¿dónde está la congruencia señor presidente?
Señor presidente, es lamentable que un individuo busque, con sus acciones inicuas, perjudicar a su prójimo, pero es más lamentable que un sujeto que pertenece a una institución del Estado, y que está para garantizar la seguridad y bienestar de los ciudadanos, se preste para que el delincuente consiga sus fines. Para una sociedad civilizada, el que mata a un ciudadano es tan culpable como el que le proveyó el arma, pero también es culpable el que, debiendo defenderlo, no lo hace, antes bien se ocupa de allanarle el camino al criminal para que cometa el asesinato. ¿Dónde está la congruencia señor presidente?
Señor presidente, usted ha estado muy ocupado con «las reformas que habrán de cambiar el rumbo de este país» y tal vez por eso no se ha dado cuenta que en muchos estados de la República, en muchos municipios, existe un vacío de poder que ha sido ocupado por el crimen organizado. Lo que pasó en Ayotzinapa es una muestra de lo que ha venido pasando en muchos lugares de este país. Pero entienda, esto no estaría sucediendo —al menos no en esta magnitud— si sus funcionarios públicos, los que ejercen y ejecutan la justicia, no estuvieran complicados con las mafias del crimen. ¿Dónde está la congruencia señor presidente?
Por último señor presidente, dice Borges, un escritor argentino, que «lo que hace un hombre es como si lo hicieran todos los hombres», bajo esta misma regla, lo que sufre un joven es como si lo sufrieran todos los jóvenes; lo que siente un joven es como si lo sintieran todos los jóvenes, por eso no le extrañe que esta indignación, este dolor, esta rabia se extienda a todos los jóvenes de este país y, por lo que puedo ver, a todos los jóvenes del mundo. La muerte de 43 jóvenes ha matado una parte en cada uno de ellos.
También, bajo esta misma regla, lo que hace un funcionario público es como si lo hicieran todos los funcionarios públicos y esa responsabilidad le toca también a usted. Porque muy presidente que se dice usted, pero no deja de ser un funcionario público. ¿Siente vergüenza real por el cargo que ostenta? ¿Siente indignación? Pues debería.
Sin más por el momento me despido, no sin antes decirle que se deje de reformas, que deje de presentarse como el “salvador de México” y se ocupe en ser lo que dice ser: el presidente de este país sin orden; entonces empezaré a creer que puede ser usted una persona congruente.
Armando Ortiz
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