El rebelde es, si me permites la imagen, un ser humano dándose de golpes contra las paredes del laberinto de la historia.
Y, que no se me malinterprete, no es que se dé de topes buscando el camino que lo llevará a la salida.
No, el rebelde golpea las paredes porque sabe que el laberinto es una trampa, porque sabe que no hay más salida que rompiendo las paredes.
Si el rebelde usa la cabeza como mazo no es porque sea un cabeza dura (que lo es, a no dudarlo), sino porque el romper con las trampas de la historia, con sus mitos; es un trabajo que se hace con la cabeza, es decir, es un trabajo intelectual.
Así que, en consecuencia, el rebelde padece un dolor de cabeza tan fuerte y continuo que olvídate de la migraña más severa.
(Subcomandante Insurgente Marcos)
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