HABLARE UN POCO SOBRE LA EDCUELA FILOSOFICA CINICA.. YA VIEJITA PERO TODAVIA AGUANTA:
Nacida al margen de la filosofía que buscaba “el mejor gobierno” para la polis, la escuela cínica (del griego kyon, perro) sostenía que el hombre dispone en sí mismo de todos los medios necesarios para obtener la felicidad y conquistar la autonomía. Fue fundada por Antístenes, pero ni él ni sus discípulos han dejado obra alguna. Estos filósofos preferían la práctica, a tal punto que lo que hoy se conoce sobre los cínicos son relatos ejemplificadores de sus enseñanzas.
Entre sus valores más importantes se deben destacar la independencia y la autarquía. Además, despreciaban las normas sociales y se consideraban “ciudadanos del mundo”. Eran auténticos parias, se jactaban de ello, y ese goce hacía enfurecer a sabios y poderosos. Para ellos, la sociedad es una máquina de crear necesidades superfluas, y sólo se preocupaban por satisfacer las necesidades naturales comunes a todos los animales. Practicaban el ascetismo pero no porque necesitaran suprimir los deseos que involucraban bienes materiales, sino por la sencilla razón de que no tenían tales deseos.
Tal vez el más conocido de los cínicos sea Diógenes de Sínope (actual Turquía), discípulo de Antístenes, dado que las anécdotas antológicas que protagoniza le han conferido un status de leyenda. Fue desterrado de su tierra natal, aparentemente, por falsificar moneda. Años más tarde, al recordar este episodio, diría “ellos me condenan a irme y yo los condeno a quedarse”. También son memorables sus batallas dialécticas con sabios y poderosos, narradas por Diógenes Laercio en “Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres”. La más famosa quizás sea aquella según la cual Alejandro Magno se le acercó al verlo dormir bajo el sol, diciéndole “pídeme lo que quieras”: Diógenes le pidió, en efecto, que se corra porque le estaba tapando el sol.
Era mordaz. Cuando Platón definió al hombre como animal bípedo sin plumas, el cínico agarró un gallo, lo desplumó y lo soltó en la escuela de aquel, diciendo “éste es el hombre de Platón”. Hubo que ajustar la definición: con uñas anchas. También se cuenta que estando Diógenes comiendo lentejas, el filósofo Aristipo (que era cercano al rey) le dijo que si aprendiera a ser sumiso al rey no tendría que comer lentejas; a lo cual respondió: “Si hubieras tú aprendido a comer lentejas, no tendrías que adular al rey”. Sin embargo, no todas las anécdotas favorecen a Diógenes. Se cuenta que una vez, pisando las alfombras de Platón en presencia de Dionisio (rey de Siracusa), exclamó: “piso las lujosas alfombras de Platón”, y éste le respondió “¡Cuán lujoso te manifiestas, oh Diógenes, queriendo no parecer lujoso!”. Todo parece indicar que Platón tenía razón, Diógenes gozaba y se lucía molestando e insultando a los poderosos.
Dice Marcel Schwob en “Vidas imaginarias” (1896): “Diógenes mordía como los perros, pero Crates vivía como los perros”.
Crates de Tebas era dueño de una gran fortuna heredada de su padre, pero al ver en una tragedia a Télefo, con sus pocas ropas miserables, anunció que distribuiría su patrimonio entre los ciudadanos y pasearía por el mundo vestido como Télefo. Cuando llegó a Atenas, se lo veía errante entre las calles, practicando lo que aconsejaba Diógenes, su maestro. Revolvía la basura y guardaba en su bolsa cortezas de pan, aceitunas podridas y espinas de pescado; decía que su bolsa tenía todo lo que necesitaba, era su única patria.
A diferencia de su mentor, Crates no intervenía en asuntos públicos y no tenía ningún interés en insultar o ridiculizar a los poderosos. Era respetado en Atenas. Le daba lo mismo si hablaba con el rey, los esclavos o la muchedumbre. Se cuenta que cuando Alejandro Magno fue a verlo, este no le prestó mayor atención. Fue más sabio que su maestro, dominando el arte de la indiferencia.
LA INFORNMACION VIENE COMPLETA EN http://laputaquelopario.wordpress.com
saludos..
Nacida al margen de la filosofía que buscaba “el mejor gobierno” para la polis, la escuela cínica (del griego kyon, perro) sostenía que el hombre dispone en sí mismo de todos los medios necesarios para obtener la felicidad y conquistar la autonomía. Fue fundada por Antístenes, pero ni él ni sus discípulos han dejado obra alguna. Estos filósofos preferían la práctica, a tal punto que lo que hoy se conoce sobre los cínicos son relatos ejemplificadores de sus enseñanzas.
Entre sus valores más importantes se deben destacar la independencia y la autarquía. Además, despreciaban las normas sociales y se consideraban “ciudadanos del mundo”. Eran auténticos parias, se jactaban de ello, y ese goce hacía enfurecer a sabios y poderosos. Para ellos, la sociedad es una máquina de crear necesidades superfluas, y sólo se preocupaban por satisfacer las necesidades naturales comunes a todos los animales. Practicaban el ascetismo pero no porque necesitaran suprimir los deseos que involucraban bienes materiales, sino por la sencilla razón de que no tenían tales deseos.
Tal vez el más conocido de los cínicos sea Diógenes de Sínope (actual Turquía), discípulo de Antístenes, dado que las anécdotas antológicas que protagoniza le han conferido un status de leyenda. Fue desterrado de su tierra natal, aparentemente, por falsificar moneda. Años más tarde, al recordar este episodio, diría “ellos me condenan a irme y yo los condeno a quedarse”. También son memorables sus batallas dialécticas con sabios y poderosos, narradas por Diógenes Laercio en “Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres”. La más famosa quizás sea aquella según la cual Alejandro Magno se le acercó al verlo dormir bajo el sol, diciéndole “pídeme lo que quieras”: Diógenes le pidió, en efecto, que se corra porque le estaba tapando el sol.
Era mordaz. Cuando Platón definió al hombre como animal bípedo sin plumas, el cínico agarró un gallo, lo desplumó y lo soltó en la escuela de aquel, diciendo “éste es el hombre de Platón”. Hubo que ajustar la definición: con uñas anchas. También se cuenta que estando Diógenes comiendo lentejas, el filósofo Aristipo (que era cercano al rey) le dijo que si aprendiera a ser sumiso al rey no tendría que comer lentejas; a lo cual respondió: “Si hubieras tú aprendido a comer lentejas, no tendrías que adular al rey”. Sin embargo, no todas las anécdotas favorecen a Diógenes. Se cuenta que una vez, pisando las alfombras de Platón en presencia de Dionisio (rey de Siracusa), exclamó: “piso las lujosas alfombras de Platón”, y éste le respondió “¡Cuán lujoso te manifiestas, oh Diógenes, queriendo no parecer lujoso!”. Todo parece indicar que Platón tenía razón, Diógenes gozaba y se lucía molestando e insultando a los poderosos.
Dice Marcel Schwob en “Vidas imaginarias” (1896): “Diógenes mordía como los perros, pero Crates vivía como los perros”.
Crates de Tebas era dueño de una gran fortuna heredada de su padre, pero al ver en una tragedia a Télefo, con sus pocas ropas miserables, anunció que distribuiría su patrimonio entre los ciudadanos y pasearía por el mundo vestido como Télefo. Cuando llegó a Atenas, se lo veía errante entre las calles, practicando lo que aconsejaba Diógenes, su maestro. Revolvía la basura y guardaba en su bolsa cortezas de pan, aceitunas podridas y espinas de pescado; decía que su bolsa tenía todo lo que necesitaba, era su única patria.
A diferencia de su mentor, Crates no intervenía en asuntos públicos y no tenía ningún interés en insultar o ridiculizar a los poderosos. Era respetado en Atenas. Le daba lo mismo si hablaba con el rey, los esclavos o la muchedumbre. Se cuenta que cuando Alejandro Magno fue a verlo, este no le prestó mayor atención. Fue más sabio que su maestro, dominando el arte de la indiferencia.
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saludos..
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